1 Pedro 2:1-2
“Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor.”
El apóstol Pedro instruye a los hermanos para que hagan que su vida cristiana llegue a la madurez.
Enseña que deben de desechar todo aquello que no agrada a Dios y que era la conducta pasada. Los vicios señalados son los que contradicen el amor arriba mencionado.
La palabra “Pues” nos conecta con lo último que se dijo en el capítulo uno. Si los cristianos hemos sido renacidos, y nos amamos unos a otros fervientemente, entonces no vamos a manifestar tales actitudes carnales como las mencionadas en el verso que acabamos de leer.
La palabra «desechar» en el griego lleva la idea de quitarse, como se quita la ropa:
Toda malicia: Malignidades, todo lo contrario de amor. De la malicia nace el engaño.
Todo engaño: Lo contrario a sinceridad. Del engaño nacen los fingimientos (aparentar ser lo que no somos y disimular lo que en realidad somos; lo opuesto del “amor no fingido”, y “sin disimulación”).
Toda hipocresía: quiere demostrar lo que no es. De los fingimientos nacen las envidias, de aquellos a los que creemos que debemos tratar con hipocresías; de las envidias, las detracciones maliciosas y envidiosas.
Toda envidia: Es odio hacia otro deseando lo que él tiene.
Y todas las detracciones: Es murmurar, es falsa representación.
Todas estas cosas no concuerdan con el amor fraternal. El que ha nacido de nuevo (o de arriba) se quitará toda esta «ropa» mundana y carnal, para llevar solamente a Cristo en su corazón
Al desechar estas cosas negativas ahora quiere Pedro que busquemos con ansia la Palabra de Dios. Cada día debemos de proponernos aprender más y más de su Palabra para ponerlo en práctica.
La Palabra de Dios está representada en la expresión LECHE ESPIRITUAL porque se dirige a la razón, a la mente, al alma, al espíritu del hombre. Debemos de tener la misma ansia de los niños por su leche, nadie le tiene que forzar es de manera natural que él la busca y si no la tiene el llora por ella. Necesitamos esta leche para crecer en nuestra vida cristiana.
“si es que habéis gustado la benignidad del Señor”: Como Dios se nos revela en Cristo, “el Señor”, nosotros, los renacidos, debemos ser buenos y benignos con los hermanos. “A todo aquel que no ha gustado la palabra, ella no le es dulce; no le ha llegado al corazón; pero para los que la han experimentado, los que de corazón creen que “Cristo fue enviado por mi y se ha hecho mío entonces para mi “tiene un gusto dulce”.