(Mr. 4.35–41; Lc. 8.22–25)
“Y entrando él en la barca, sus discípulos le siguieron. 24Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. 25Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! 26El les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza. 27Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?” Mateo 8:23-27.
Jesús va en una barca y aprovecha el momento para descansar. El como hombre era igual a nosotros sintió hambre, sed, se cansó, lloro y como vemos aquí se durmió. ¿Cómo pudo dormir en medio de la tormenta? Podemos pensar en dos razones: Una es estaba muy cansado y la otra tenía perfecta confianza en su Padre. Como lo expresa el profeta Isaías: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado. 4Confiad en Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos.” Isaías 26:3-4.
De repente se levantó una gran tempestad que hacia que la barquita se hundiera. Sus apóstoles lo despiertan porque están asustados y tienen temor de perecer. De los 12 apóstoles 4 de ellos habían sido pescadores, pero aun ellos están atemorizados porque esta tormenta era muy fuerte. Los apóstoles como hombres tienen temor pero confían en Jesús por eso le despertaron.
El Señor les reprende por su temor y por su poca fe. El reprendió los vientos y el mar y todo quedo en calma. Como lo expresa el salmista: “Tú tienes dominio sobre la braveza del mar; Cuando se levantan sus ondas, tú las sosiegas.” Salmo 89:9.
Esto causo maravilla en sus apóstoles, porque Jesús demostró su poder sobre la naturaleza. El Señor reprendió dos tormentas: una la del mar y la otra fue el temor de los apóstoles. Todos los milagros de Jesús eran al instante.
Nunca dudemos del cuidado de nuestro Señor. EL siempre quiere lo mejor para nosotros.