¿VUELVE A VIVIR?:

    “Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?

    Todos los días de mi edad esperaré,

    Hasta que venga mi liberación.” JOB 14:14

 

 

Aquí se plantea la profunda pregunta sobre la vida después de la muerte. Job, en medio de su sufrimiento, cuestiona si hay esperanza para el ser humano después de enfrentar la muerte. Este versículo nos lleva a reflexionar sobre las promesas de Dios en nuestra vida y más allá de ella, y a la búsqueda de respuestas en tiempos de angustia.

 

Este pasaje nos ayuda a enfrentar nuestras luchas con la muerte y la desolación, recordándonos que hay esperanza aún en los momentos más oscuros. Nos invita a buscar a Dios para encontrar consuelo y entendimiento en medio del dolor, a explorar nuestra relación con Él y el significado de nuestra existencia.

 

Cristo Jesús nos da la repuesta en Juan 5:28-29: “No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz;  y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.”

Este pasaje se enmarca en la obra redentora de Cristo, que es el primero en resucitar y promete vida eterna a todos los que creen en Él. Jesús es el medio a través del cual experimentaremos esta resurrección y el vínculo entre la vida actual y la eternidad.

La muerte física no es el fin del hombre. Tocante a los cristianos dice el Apóstol Pablo en 1 Corintios 15:22: “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.”

Y También leamos lo que les dijo a los hermanos en Tesalónica; leamos 1 Tesalonicenses 4:13-14: “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza.  Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él.”

Veamos también lo que Cristo Jesús nos enseño en Mateo 22:28-32: “En la resurrección, pues, ¿de cuál de los siete será ella mujer, ya que todos la tuvieron?  Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios.  Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo.  Pero respecto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo:  Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos.”

 

Cristo cita aquí las palabras del Antiguo Testamento, habladas en los días de Moisés: “Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”. Luego Jesús añade lo sobresaliente: “Dios no es Dios de muertos, sino de vivos” (v.32). Por tanto, Abraham, Isaac y Jacob deben haber estado aún vivos en los días de Moisés.

 

Desde que Dios hizo al hombre puso en él un alma y esta es inmortal. Esto es lo que tenemos semejante a nuestro Creador.

 

Por eso Cristo nos enseño que nuestro temor debe estar puesto en nuestro Dios porque el tiene control de nuestro ser y nuestro destino: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.” Mateo 10:28.

 

Este pasaje nos invita a reflexionar sobre nuestras propias preocupaciones y miedos. En un mundo lleno de incertidumbres y peligros, podemos encontrar consuelo al recordar que nuestro verdadero temor debe ser hacia Dios, quien tiene el poder sobre nuestra vida eterna. Esto puede fortalecer nuestra fe y ayudarnos a enfrentar las adversidades con valentía y confianza.

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