“COMO TODAS LAS NACIONES”:

El declarado deseo de la Israel antigua, “seremos como todas las naciones”, refleja un espíritu de cobardía. Al buscar complacer a los hombres, el resultado es la deshonra y se incurre en el disgusto divino (Eze.20:30-32).

Cuando Samuel envejeció y estableció a sus hijos como jueces, su deshonestidad y perversión a la justicia llevo a los ancianos israelitas a rechazar el sistema de gobierno divino a través de los jueces que gobernaban la nación y demandaron rey (1 Sam.8:1-6). En este llamado, ellos expresaron un deseo que ha plagado al pueblo de Dios en todos los tiempos. Ellos insistieron, “…danos un rey para que nos juzgue, como todas las naciones” (1 Sam.8:5b BdlA). No era solo que ellos querían un rey, ellos apuntaron específicamente que era lo que “todas las naciones” hacían.  Se necesitan almas valientes para enfrentarse a la multitud y ser lo correcto sin importar cuán diferentes podamos parecer. Pero, muy seguido, sufrimos del mismo problema de querer ser como aquellos a nuestro alrededor. Consideremos algunas formas en donde debemos tener cuidado de no mostrar esta misma actitud.

Formas en las que queremos ser como los demás.:

Esto lo enfrentamos a muy corta edad. Vemos a nuestros amigos en la escuela hacer cosas que nuestros padres no nos dejan hacer. Hablan de una forma en que los hace ver como adultos y son respetados por los demás. Usan las ropas de última moda que hace que los demás los noten y envidien sus cuerpos y su dinero. Tienen muchos amigos, y queremos ser como ellos.

Mientras crecemos, el problema no se detiene. Tenemos compañeros de trabajo que parecen vivir vidas con mucha más libertad de la que disfrutamos. Ellos hacen lo que quieren, y parecen ser capaces de relajarse y experimentar lo mejor de la vida en formas en que nosotros sentimos que nos son negadas por nuestra fe. Vemos a los no cristianos vivir su vida sin restricciones. A veces esto nos lleva a imaginar que ellos viven sin límites porque todo siempre parece salirles bien. Entonces, una vez más, queremos ser como ellos.

Incluso en asuntos de fe, podemos fácilmente ver a un  mundo de diversas iglesias con miembros que parecen ser energéticos y llenos de emoción. Sus servicios parecen ofrecer contenido que cautiva a aquellos en la asistencia, mueven su emoción y los mantienen cautivados. Si nuestros esfuerzos no se sienten como tangibles o populares, imaginamos que la respuesta está en hacer lo que ellos hacen. En esto, nos dejamos a nosotros mismos pasar por alto las prácticas no bíblicas, porque queremos ser como ellos.

Lo que significa cuando queremos ser como los demás.

 

  1. Fallamos en apreciar lo que tenemos al servir a Dios. Cuando los israelitas demandaron rey, ellos ya tenían a uno, Dios. Ellos fallaron en reconocerlo. Cuando Samuel oró a Dios, y Él le dijo que hiciera lo que el pueblo había requerido, Dios dijo, “no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos” (2 Sam.8:7b). En el primer periodo de su historia, la nación era única. Eran libres de servir a Dios sin el yugo de la servidumbre a un rey humano. Irónicamente, ellos habían sido liberados de la esclavitud de Faraón pero escogieron ser esclavos otra vez. Los cristianos a veces hacemos lo mismo. Habiendo sido liberados del pecado, a veces escogemos regresar a la esclavitud del pecado. Pablo explico, “Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados(Rom.6:17).
  2. Es un reflejo de la idolatría. Después de decirle a Samuel que su requerimiento por un rey era un rechazo hacía Él, Dios dice, “Conforme a todas las obras que han hecho desde el día que los saqué de Egipto hasta hoy, dejándome a mí y sirviendo a dioses ajenos, así hacen también contigo(1 Sam.8:8). El Señor dice que, al pedir por un rey, ellos estaban haciendo lo que habían hecho todo el tiempo, servir a otros dioses. Cuando queremos ser como aquellos a nuestro alrededor, ¡Estamos buscando servir otros dioses! Santiago escribió, “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios(Sant.4:4).

Consecuencias de ser como los demás:

  1. Influencia a aquellos cercanos a nosotros. Dios advirtió al pueblo de las consecuencias que venían de su elección de tener un rey, “Dijo, pues: Así hará el rey que reinará sobre vosotros: tomará vuestros hijos, y los pondrá en sus carros y en su gente de a caballo, para que corran delante de su carro… Tomará también a vuestras hijas para que sean perfumadoras, cocineras y amasadoras” (1 Sam.8:11, 13). Probablemente no se dieron cuenta de esto cuando pidieron un rey. No les afectaría solo a ellos; cambiaria a las generaciones futuras. Si cedemos al deseo de ser como el mundo, no solo nos afectara a nosotros, también afectara a nuestra familia, amigos, pareja, hijos y nietos. Podrán pensar de dos formas en sus corazones, “Papa siempre adora a Dios”, “Mama siempre cree en seguir la Biblia” o “Papa no cree que la adoración sea importante”, “Mama no cree que se necesite seguir la Biblia”. Los cristianos están para ser la “sal” y la “luz”, ejerciendo una influencia en el mundo a nuestro alrededor y trayendo gloria a Dios (Mat.5:13-16). Como nos sentimos tentados a ser como los demás, debemos preguntarnos a nosotros mismos, “¿Cómo me sentiría si mis hijos o nietos fueran como el mundo?”
  2. Nunca es lo que esperamos que sea. Los israelitas imaginaron que un rey (a diferencia de los malvados hijos de Samuel) los “…nuestro rey nos gobernará, y saldrá delante de nosotros, y hará nuestras guerras(1 Sam.8:20b). En realidad, Dios les dijo, “y nombrará para sí jefes de miles y jefes de cincuentenas; los pondrá asimismo a que aren sus campos y sieguen sus mieses, y a que hagan sus armas de guerra y los pertrechos de sus carros(1 Sam.8:12). Ellos pensaron que un rey seria su sirviente. ¡No se dieron cuenta que ellos se volverían sus sirvientes! Muchas veces nos volvemos ciegos a la realidad de lo que es la vida realmente al otro lado. Como al hijo prodigo, las promesas engañosas de una vida desenfrenada nunca traen los gozos y placeres que imaginamos (Luc.1512-16).
  3. Nos obliga a entregar cosas que no anticipamos. Dios les advirtió que cuando tuvieran un rey: “Asimismo tomará lo mejor de vuestras tierras, de vuestras viñas y de vuestros olivares, y los dará a sus siervos. Diezmará vuestro grano y vuestras viñas, para dar a sus oficiales y a sus siervos. Tomará vuestros siervos y vuestras siervas, vuestros mejores jóvenes, y vuestros asnos, y con ellos hará sus obras(1 Sam.8:14-16).

Al escoger ser como “todas las naciones”, los israelitas pagaron un precio grande, ser forzados a dar algunas de sus posesiones. Cuando tomamos la misma decisión, nos obligara a entregar nuestros valores, nuestras esperanzas y nuestras prioridades. Nada se alcanza sin sacrificio. Si yo decido que quiero dejar de hacer lo que el Señor quiere y ser como el mundo, estoy sacrificando una relación con Dios, y quizás incluso el respeto de aquellos que continúan sirviéndole. Conocí a un predicador hace varios años que aparto su fe y a su familia por otra mujer. A los años después de esto, su esposa me regalo un set de libros de su librería de predicación. Irónicamente, algo que una vez habría tenido valor para él, ahora no lo tenía.

  1. Nos hace hacer cosas que de otra manera no haríamos. Dios les advirtió, “Diezmará también vuestros rebaños, y seréis sus siervos(1 Sam.8:17). Jesús enseño, “todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado(Juan 8:34b). ¿Crees que la mujer que aborto a su hijo por un embarazo de fornicación quería hacer eso cuando eligió pecar? ¿El adicto que perdió su trabajo, su hogar y su familia quería que eso pasara cuando se drogo por primera vez? ¿El adultero o el que se divorcia sin causa quiere estar frente a un jurado para tratar de llegar a un acuerdo sobre la custodia de los hijos? No, pero las decisiones que tomamos para alejarnos de Dios y ser como el mundo, nos forzara a hacer cosas que nunca imaginamos que haríamos.
  2. Algún día nos arrepentiremos. Aunque Dios permitió que el pueblo tuviera un rey, Él les advirtió que ellos se arrepentirían de esta decisión. Él dijo, “Y clamaréis aquel día a causa de vuestro rey que os habréis elegido, mas Jehová no os responderá en aquel día(1 Sam.8:18). En la parábola de Jesús del hijo rebelde que demando su herencia solo para malgastarla en la vida pecaminosa, al final se encuentra a sí mismo hambriento y deseando la comida de los cerdos. En este triste estado, Jesús dice que el “volvió en sí” (Luc.15:17). Muchas personas llegan a un punto en donde se dan cuenta que cometieron un error al tratar de ser como los demás, pero el orgullo evita que hagan los cambios. Incluso si nunca alcanzamos el punto de arrepentirnos en esta vida, ciertamente lo haremos un día. En la historia del hombre rico y Lázaro, después de la muerte, el rico malvado quería hacer todo lo posible para revertir las consecuencias de sus decisiones, pero ya no podía (Luc.16:27-28).

A pesar de todas estas consecuencias, a veces, aun así escogemos ser como aquellos a nuestro alrededor. Incluso después de las advertencias del Señor, los israelitas dijeron, “Pero el pueblo no quiso oír la voz de Samuel, y dijo: No, sino que habrá rey sobre nosotros; y nosotros seremos también como todas las naciones, y nuestro rey nos gobernará, y saldrá delante de nosotros, y hará nuestras guerras(1 Sam.8:19-20). ¡Fueron obstinados! ¡Fueron cabezas duras! El Señor les permitió tomar sus propias decisiones y cosechar las consecuencias de sus pecados. Es lo mismo con nosotros. Cuando escogemos ser “como todas las naciones”, Dios no nos prevendrá de tomar tontas decisiones, pero vendrán severas consecuencias por rechazas el reinado de Dios sobre nuestras vidas.

 

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